P: ¿Alguna vez has tenido la oportunidad de hablar sobre el Islam con otros judíos?
R: Hay un incidente particular que realmente salta a mi mente cuando tuve la oportunidad de hablarle sobre el Islam a un caballero judío. El Dr. Shoreibah, del Centro Islámico de Nueva York, me presentó a un invitado muy especial. Después de la oración del viernes, fui a su oficina a hacerle algunas preguntas sobre el Islam, pero antes que pudiera siquiera saludarlo con “Asalamu Alaikum”, quedé atónita y sorprendida al ver sentado frente a él a un judío jasídico ultra ortodoxo, completo con sus tirabuzones, sombrero negro de ala ancha, un caftán largo negro de seda y barba completa. Bajo su brazo tenía una copia del periódico en yidish, The Daily Forward. Nos dijo que su nombre era Samuel Kostelwitz, y que trabajaba en la ciudad de Nueva York como cortador de diamantes. La mayor parte de su familia, dijo, vivía en la comunidad jasídica de Williamsburg en Brooklyn, pero también tenía muchos parientes y amigos en Israel. Nació en un pequeño pueblo rumano, huyó del terror Nazi con sus padres a Estados Unidos justo antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Le pregunté qué lo había llevado a la mezquita. Nos dijo que había sido golpeado por un dolor insoportable desde que su madre había muerto 5 años atrás. Había buscado algo de solaz y de consuelo para su dolor en la sinagoga, pero no pudo hallarlo cuando descubrió que muchos de los judíos, incluso en la comunidad ultra ortodoxa de Williamsburg, eran hipócritas descarados. Su viaje reciente a Israel lo había dejado más amargamente desilusionado que nunca. Había sido sorprendido por la falta de religiosidad que encontró en Israel, y nos dijo que casi todos los jóvenes sabras, o nacidos en Israel, son ateos militantes. Cuando vio grandes manadas de cerdos en uno de los kibutzim (granjas colectivas) que visitó, sólo pudo exclamar horrorizado: “¡Cerdos en un estado judío! Nunca pensé que fuera posible hasta que llegué aquí. Luego, cuando fui testigo del trato brutal infligido a los árabes inocentes en Israel, supe que no hay diferencia entre los israelíes y los nazis. ¡Nunca, jamás en el nombre de Dios, podría justificar crímenes tan horrendos!” Entonces, se volvió hacia el Dr. Shoreibah y le dijo que quería hacerse musulmán, pero que antes de realizar los pasos irrevocables de la conversión formal, necesitaba conocer más sobre el Islam. Dijo que había comprado en la librería Orientalia Bookshop algunos libros de gramática árabe y estaba estudiando el idioma árabe por su cuenta. Se disculpó con nosotros por su mal inglés: el yidish era su lengua madre, y el hebreo su segunda lengua. Entre ellos, su familia y amigos sólo hablaban yidish. Ya que su capacidad de leer en inglés era muy pobre, no tenía acceso a buena literatura islámica. Sin embargo, con la ayuda de un diccionario inglés, había leído con gran dificultad Introducción al Islam de Muhammad Hamidullah de Paris y lo alabó como el mejor libro que había leído jamás. En presencia del Dr. Shoreibah, pasé otra hora con el señor Kostelwitz, comparando las historias bíblicas de los patriarcas y los profetas con sus contrapartes en el Sagrado Corán. Hice hincapié en las inconsistencias e interpolaciones de la Biblia, ilustrando mi punto con la supuesta borrachera de Noé, la acusación de adulterio contra David y de idolatría contra Salomón, y cómo el Sagrado Corán eleva a todos estos patriarcas al estatus de Profetas genuinos de Dios y los absuelve de todos esos crímenes. También le señalé cómo fue Ismael y no Isaac a quien Abraham debía ofrecer en sacrificio por orden de Dios. En la Biblia, Dios le dice a Abraham: “Toma a tu hijo, tu único hijo a quien amas, y ofrécemelo a Mí en holocausto”. Ahora bien, Ismael nació 13 años antes que Isaac pero los comentadores bíblicos judíos explican eso menospreciando a la madre de Ismael, Agar, diciendo que sólo era una concubina y no una esposa real de Abraham, así que dicen que Isaac fue el único hijo legítimo. La tradición islámica, sin embargo, eleva a Agar al estatus de esposa en igualdad de condiciones a Sara. El señor Kostelwitz me expresó su mayor gratitud por dedicarle tanto tiempo explicándole la verdad. Para expresar esta gratitud, insistió en invitarnos al Dr. Shoreibah y a mí a almorzar al delicatessen judío kosher donde él siempre almorzaba. El señor Kostelwitz nos dijo que deseaba abrazar el Islam más que nada, pero temía que no podría soportar la persecución que habría de enfrentar por parte de su familia y amigos. Le dije que le suplicara a Dios por ayuda y fortaleza, y prometió hacerlo. Cuando nos dejó, me sentí privilegiada por haber hablado con una persona tan gentil y amable.
P: ¿Qué impacto tuvo el Islam en tu vida?
R: En el Islam, mi búsqueda de valores absolutos estaba satisfecha. En el Islam encontré todo lo verdadero, lo bueno y lo bello, y lo que le da sentido y dirección a la vida humana (y a la muerte), mientras que en otras religiones, la verdad es deformada, distorsionada, restringida y fragmentada. Si alguien quiere preguntarme cómo llegué a saber esto, sólo puedo responder que mis experiencias personales de vida fueron suficientes para convencerme. Mi apego a la fe islámica es, pues, una convicción tranquila y fresca, pero intensa. Creo que siempre he sido musulmana de corazón por mi temperamento, incluso antes de saber que existía algo llamado Islam. Mi conversión fue, más que todo, una formalidad, que no implicó un cambio radical en mi corazón, sino que simplemente hizo oficial lo que había estado pensando y anhelando desde hacía muchos años.
Fuente: The Islamic Bulletin, San Francisco, CA 94141-0186