Soy C.S. Mathos. Nací en una familia laica el 1 de agosto de 1992, en Pensilvania. Mi madre fue cristiana, y cuando era niña asistía a una iglesia cuáquera. Ella iba a una iglesia campesina, y fue literalmente aterrorizada y alejada de la religión por un pastor que predicaba sobre el Armagedón todo el tiempo. Ella se mantuvo laica por el resto de su vida. En realidad, era más bien agnóstica, nunca fue atea como yo. Para explicar esto, yo era un niño extremadamente racional, e hice la deducción lógica de que no podía existir algún dios. En realidad, nunca volví a preocuparme por la religión. Tenía una obsesión con los dinosaurios, y quise aprender más y más sobre ellos. Recuerdo cosas como que un Tiranosauro pesaba 7 toneladas, una manada de Triceratops protegería a sus crías haciendo un círculo y enfrentando a los predadores, y que un Velocirráptor era capaz de correr a 120 k/h.
Obviamente fui ridiculizado cuando mi amor por la paleontología disminuyó. Se diluyó un poco cuando me interesé en los dragones y similares. Los insultos no me afectaban mucho debido a que siempre estaba protegido por una “armadura emocional”, manteniendo sólo en mi mente las cosas que realmente quería decir. Cuando hablaba, a menudo era honesto, hablaba con suavidad y no decía mucho, debido a que no confiaba en la gente, y me gustaba más mi imaginación que el mundo real. Incluso cuando ocurrió el ataque del 11 de septiembre, no hablé mucho y no reaccioné ante ello. No me asustó en lo absoluto, me parecía que la palabra “musulmán” era el término para un grupo étnico, y sólo me interesé por la guerra de Irak cuando gente inocente fue violada en aquel gran escándalo de la prisión de Abu Ghraib. Incluso entonces, sólo me enteré y me molesté por ello cuando estuvo apareciendo de forma repetitiva en las noticias. Cuando salí de mi “armadura” (en quinto grado), me peleaba con la gente por la religión y la política. Creía que había hipocresía en el cristianismo, que era la única religión que recordaba en ese momento.
Cuando cumplí 13 años, recibí insultos duros y me los tomé en serio. Estaba deprimido, mis notas apenas eran aceptables, y en esa época no me interesaba nada. Decidí que necesitaba una religión. En realidad, no busqué una, sólo creía que había un Dios, y que debido a mi amargura, le echaba a Él la culpa de mis problemas. Comencé a ponerle más y más atención a la política, olvidándome de la religión en buena parte, y comencé a leer libros sobre Hitler y la Segunda Guerra Mundial. Estaba muy interesado en la Segunda Guerra Mundial y el Nazismo, y cada vez más en el comunismo. Toda la vida me habían dicho que el comunismo era una ideología fracasada, pero quería conocer el otro lado del argumento, el lado de los comunistas. Tomé el Manifiesto Comunista, leí artículos en Wiki, busqué material del Partido Comunista, y me uní al movimiento marxista. Me vi luchando realmente por algo: por una sociedad que fuera realmente libre y justa, equitativa y solidaria.
Estaba muy ocupado con el movimiento y me uní a un grupo que no quiero nombrar. Sólo le decía a la gente que era comunista cuando me lo preguntaban. ¡Y antes de hacerme comunista creía que la gente se burlaba de mí! No quiero hablar de ello, es muy deprimente. De hecho, me ponía a llorar en la mesa a la hora de la cena debido a la tortura a que me sometían mis compañeros de clase. Simplemente, necesitaba una religión. Intenté el cristianismo, pero lo dejé de plano. Demasiadas contradicciones, sectarismo e hipocresía.
Miré a mi alrededor, hurgué en todo, desde el cristianismo hasta la mitología griega. Decidí dejar al Islam de último, ya que tenía los prejuicios de la guerra y la posibilidad de que me asesinaran sólo por seguir esa religión. Me di por vencido con todo lo demás, y me dije a mí mismo: “La última cosa que me queda es el Islam. Debo conseguir un Corán y leerlo. Demonios, puede ser lo que estoy buscando”. Pedí el Corán a un sitio en Internet y lo recibí por correo 5 días después. Era verde oscuro, tan oscuro que pensé que era negro. Tenía una hermosa encuadernación de cuero con letras doradas en ella. Comencé a leerlo, y me di cuenta de que no había en él nada de lo que mostraban en televisión. Vi que había sólo un Dios, y que no había nadie más a quién adorar sino sólo a Él. Vi esto y quise unirme a la religión.
Busqué en Internet cómo rezar, y encontré el sitio www.islamreligion.com, donde vi “Cómo Convertirse al Islam y Hacerse Musulmán” en el menú. Decidí dejar el cómo rezar para después, la conversión era lo que necesitaba. Necesitaba someterme a Dios. AHORA. Encontré la Shahada, y la escribí. Entonces, hice Shahada, y me hice musulmán. Tan pronto como lo hice, sentí que el dolor salía de mi corazón, y me sentí realmente feliz. Dios había sido bueno conmigo, e intenté rezar 5 veces cada día para Él. Sin embargo, debido a las circunstancias de los prejuicios de la guerra, la intolerancia de otras personas, y el sectarismo de los demás, tengo que practicar mi religión en secreto. Le ruego a Dios por la mañana, a mediodía, al ocaso, por la noche y a las 11:00 ó 12:00 de la noche. Cuando pueda manejar, iré a la mezquita más cercana cada viernes. Ni mi propia madre sabe que soy musulmán. Se lo diré cuando esté realmente listo, o cuando sea adulto y no viva con ella o esté en la universidad. Le ruego a Dios que me mantenga alejado de la incredulidad y me ayude a convertirme en el mejor musulmán que pueda ser mientras practico en secreto. Si mi madre lee esto, espero que trate de entender mi religión antes de emitir un juicio. Déjenme practicar mi religión en paz, sin sus burlas y bromas, que son hirientes. He estado practicando el Islam durante una semana, creo. Pierdo la noción del tiempo.
A los no musulmanes que están leyendo esto, les sugiero que lean el Corán y se hagan musulmanes. Que la paz sea con ustedes y Dios los bendiga.