De regreso a Dios
Durante los primeros años de mi matrimonio, me hice amigo de un hombre que amaba salir de excursión a las montañas y andar desnudo en lugares aislados. Su perspectiva era tanto del naturalismo religioso como del nudismo, y nos llevó a mi esposa y a mí en esa dirección. Naturalmente, cuando Andrei Micael nació, quise darle un bautismo más natural que aquel con "agua bendita" de una palangana de piedra fría que le fuera vertida en la cabeza por un sacerdote católico romano. En lugar de ello, quería hacer una travesía por las montañas y sumergirlo en una corriente de agua, como hacía Juan el Bautista bautizando a los judíos arrepentidos en el río Jordán. Por supuesto, no me di cuenta de que el bautismo era algo que debía hacerse cuando uno es adulto, porque, ¿cómo va a arrepentirse un niño? Ellos no tienen nada de qué arrepentirse. Mi verdadero bautismo lo haría yo mismo, cuando lavé mi estado pasado en la purificación ritual al hacerme musulmán.
Mi suegra comenzó a visitarnos en el verano, la primera vez creo que fue solo para ver a Andrei. Al igual que mi esposa, ella era católica romana, pero a diferencia de ella, era una creyente fervorosa de la mediación de María, la "Madre de Dios", los santos en sus tumbas, y el niño Jesús. Por ello, llevaba un crucifijo alrededor de su cuello y visitaba frecuentemente los santuarios de María (incluyendo el Santuario de Fátima y Nuestra Señora de Lourdes) al menos una vez al año, y hacía el peregrinaje al Santuario de San Benito cada vez que iba a Braga, donde yo vivía con mi esposa. Ella tiene una pequeña estatua de María con el niño, que suele poner en su propia mesa especial (como un altar) en la esquina de su habitación, y mantenía en su cartera una fotografía vieja y descolorida de un fresco de María (la madre de Jesús) sosteniendo una copa con un corazón sangrante. Ella solía arrodillarse frente a la estatua antes de ir a la cama todas las noches; y cuando viajaba, sacaba la foto y la besaba cada vez que quería rezar.
A mí me resultaban aberrantes todos esos actos, totalmente en contra de mi concepto primitivo de la Fuerza o Poder Universal, y Creador y Sustentador único que impregnaba el universo, y también en contra de Dios como Él es descrito en la Biblia. Decidí que debía persuadir a mi suegra para que dejara su adoración idólatra de seres humanos (muertos) como mediadores de Aquel Que Escucha. Pero, ¿cómo?
De regreso a la Biblia
Primero lo intenté utilizando la lógica. ¿Cómo pueden los muertos escuchar? ¿Cómo conocemos su piedad? ¿No son los hombres los que los hacen a ellos "santos"? ¿Y por autoridad de quién son hechos santos? ¿Acaso no eran personas como nosotros? Pero eso fue en vano. Así que decidí finalmente que utilizaría el arma de su propia escritura, puesto que sabía que el Primer Mandamiento en la Biblia era:
"Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo. No tengas otros dioses además de mí. No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores" (Éxodo 20:2-5).
Si ese era el caso, entonces tenían que haber más evidencias de que Dios es solo Uno, inmaterial, y que solo Él puede escucharnos.
Durante los años en que mantuve mi persuasión regular (cada verano) con ella, comencé a darme cuenta de que la Biblia en realidad contradecía lo que la Iglesia enseñaba acerca de la "divinidad" de Jesús, y afirmaba claramente que Dios es Uno. Ello negaba por completo la licencia que nos hemos tomado para adorar ídolos o para usarlos a fin de enfocar nuestra oración. De modo que mi creencia en el Dios de Abraham aumentó poco a poco hasta que mi único miedo consistía en que yo podía estar equivocado. ¿Y si, a pesar de mi fuerte creencia en que no era cierto, resultaba ser Jesús el que estaría sentado en el Trono del Juicio en el Último Día? Entonces, yo estaría en un grave problema. La evidencia en la Biblia era ambigua a ese respecto, ya que Apocalipsis parecía indicar que sería él.
Deudas
Este era mi estado cuando me vi en la necesidad de buscar un trabajo que me ayudara a librarme de las pesadas deudas que tenía en casa. Durante este período, decidí dejar mi trabajo en el Consejo Británico en Portugal e iniciar mi propia escuela de idiomas en Braga. Quería estar siempre cerca para la crianza de mi hijo. Al mismo tiempo, decidí comprar una casa, con lo que sería como pagar la renta de un apartamento, solo que yo sería el dueño del lugar al final del proceso. Mi escuela, sin embargo, no funcionó, y al final no solo quedé debiéndole mucho dinero al banco por mi casa, sino también por el capital inicial que había pedido prestado. Cuando cerré mi escuela dos años después de abrirla, cometí el error de no declararme en bancarrota, y en lugar de ello utilicé mi "tarjeta comercial" para trabajar como profesor de inglés freelance. Aunque trabajar por mi cuenta me ayudó a sentir que era capaz de sobrevivir, el capital que debía no disminuyó apreciablemente. Necesitaba ingeniarme un plan. Mi esposa me sugirió entonces que tomara un trabajo bien pagado en el extranjero para lidiar con el problema, diciéndome que muchas conocidas tenían a sus esposos en el extranjero, y habían acumulado suficiente dinero para construir casas para sus familias en su país natal.
El día en que decidí que necesitaba encontrar un trabajo lucrativo en el extranjero fue un día negro, de hecho. Estaba en la penumbra profunda porque las cosas estaban empeorando. No lograba mantenerme al día con los pagos de los intereses de los préstamos para muebles y electrodomésticos, la hipoteca, nuestros autos, y las deudas que había acumulado tratando de mantener a flote la escuela de idiomas durante tres años en que solo dio pérdidas. Vi la oscuridad frente a mí, y ningún medio local de salir del pozo de deudas en el que me había hundido. Me sentí casi suicida, pensando que la muerte me permitiría escapar de las deudas. En ese momento, no sabía que las deudas están entre las cosas por las que una persona podría ser excluida del Paraíso, que la muerte no significa que escapes a tus obligaciones.
Una noche me arrodillé al lado de mi cama, mirando hacia el oriente, y desahogué mis problemas con Dios. Le dije que estaba desesperado, con la copa rebosada, y no lograba verme en capacidad de mantener a mi esposa y a mi hijo, de hecho, ni siquiera a mí mismo. De algún modo, yo sabía que Él me estaba escuchando, y mi corazón se alivió en cuanto recé. Finalmente, me sentí lo bastante cómodo para recostar mi cabeza de nuevo y quedarme dormido.
Los siguientes eventos me demostraron que Él había contestado mi oración. Al día siguiente, estaba leyendo el periódico EFL Gazette y encontré varios anuncios de puestos de trabajo del Consejo Británico en el extranjero. Cuando se los mostré a mi esposa, me aconsejó que tomara un trabajo en Oriente Medio o en el Lejano Oriente, donde los salarios eran relativamente altos. Así que apliqué a instituciones en Omán, Arabia Saudita, Brunei, Taiwán, Japón y Corea. El Consejo Británico me hizo una entrevista, pero no fui seleccionado para ninguna de sus vacantes. Un empleado en Taiwán me eligió y me ofreció un trabajo, pero cuando acepté, ellos nunca continuaron con el proceso. Justo cuando comenzaba a sentir que todas las puertas se cerraban en mi cara, una de mis últimas opciones, una universidad en Arabia Saudita, me ofreció un puesto de conferencista de inglés, y lo tomé. ¡Alabado sea Dios! Pensé que Él me había respondido económicamente, pero su verdadero regalo vendría de una dirección inesperada.