El Islam honró a los sirvientes y obreros, cuidó de ellos y reconoció sus derechos por primera vez en la historia, anteriormente, se les consideraba como esclavos y eran humillados y tratados como siervos; con el objetivo de establecer justicia social y ofrecer una vida noble para ellos.
La biografía del Mensajero de Al-lâh, (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) es el mejor testigo sobre la grandeza de la consideración islámica por los sirvientes y obreros, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) confirmó sus derechos; puesto que solicitó a los patrones, tratarlos con humanidad y nobleza, teniendo misericordia de ellos y no explotarlos con algo que estuviera fuera de sus posibilidades, pues dijo:
“Son vuestros hermanos y sirvientes que Al-lâh, el Altísimo, ha puesto bajo vuestra autoridad; así que quien tiene su hermano bajo su autoridad, que lo alimente de lo que come, que lo vista de lo que viste y no les forcéis con algún trabajo fuera de sus posibilidades, y si lo hacéis, entonces ayudadles”[1]. Por consiguiente, la declaración del Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam): “Son vuestros hermanos y sirvientes” vino a elevar el grado del obrero sirviente al del hermano, y para que estos parámetros generales, que ofrecen la vida noble al ser humano, se vuelvan comunes.
También obligó al patrón a dar al obrero y sirviente, su salario, correspondiente a su esfuerzo, sin injusticia o demora, pues dijo: “Dad al empleado su recompensa antes de que su sudor se seque”[2].
También el Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) advirtió de ser injustos con ellos, ya que dijo: “A quien se apropie injustamente del derecho de un hombre musulmán, Al-lâh le hará entrar inevitablemente en el Infierno y le privará del Paraíso”. Así pues, un hombre preguntó: ‘¿Incluso si es algo insignificante, Mensajero de Al-lâh?’ Contestó: “Incluso si es la rama del árbol de Arak (Salvadora pérsica)”[3].
Asimismo, es un derecho propio que se protejan sus derechos financieros del engaño, la injusticia y el abuso; por eso, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dijo en el dicho divino: “Al-lâh, el Altísimo, dijo: Hay tres personas de las cuales seré enemigo en el Día del Levantamiento: … y un hombre quien emplea a otro y se beneficia de él (es decir, de su trabajo), pero luego no le da su recompensa adecuada”[4]. Eso es para el que fue injusto con un obrero o sirviente, sepa que Al-lâh le vigila y será su enemigo en el Día de la Resurrección.
Además, el empleador no debe hacer al obrero esforzarse demasiado, de modo que dañe su salud y se quede incapacitado, pues el Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dijo al respecto: “Cada vez que alivies a tu obrero de su trabajo, tendrás recompensa en tu balanza”[5].
Y de los derechos que se consideran un signo luminoso en la legislación islámica, destaca el derecho del obrero en cuanto a ser modesto con él, por lo que el Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) animó a la comunidad musulmana diciendo: “No se enorgullece aquel que come junto con su sirviente, monta el burro en los mercados y ordeña a la oveja”[6].
Y debido a que la vida del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) era una práctica de todos sus dichos, ‘Âîsha (que Al-lâh Esté complacido con ella) narró: “El Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) nunca pegó a alguien con su mano; ni a una mujer ni a un sirviente…”[7].
Además, Anas Ibn Mâlik (que Al-lâh Esté complacido con él), el sirviente del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), dio un testimonio de sinceridad, pues dijo:
“El Mensajero de Al-lâh, (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) era la mejor persona en cuanto a su moral. Un día, me envió para cumplir una necesidad; sin embargo, me dije a mí mismo: Por Al-lâh que no voy, aunque dentro de mí quería ir para obedecer su orden. Acto seguido, salí y pasé delate de unos muchachos que estaban jugando en el mercado, y de repente, el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) me agarró por mi cuello, así que lo miré, pero se estaba riendo. Dijo: “¡Oh Unays (diminutivo de Anas)!, vete a donde te ordené”. Contesté: Sí, ahora voy, Mensajero de Al-lâh”. Anas añadió: “Por Al-lâh, le serví durante siete o nueve años y nunca me cuestionó por algo que hice o no[8].
Digno de mencionar es, que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) se preocupaba por cuidar a sus sirvientes hasta el punto de preocuparse por casarlos. Rabî‘a Ibn Ka‘b Al Aslamî narró: “Solía servir al Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), quien me dijo:
“Oh Rabî‘a, ¿no te vas a casar?” Respondí: No, Mensajero de Al-lâh, no quiero casarme; pues no tengo un hogar donde llevar a mi esposa, ni siquiera quiero que alguien me aparte de acompañarte. Entonces se apartó de mí, luego me preguntó de nuevo: “Oh Rabî‘a, ¿no te vas a casar?” Contesté: No, Mensajero de Al-lâh, no quiero casarme; pues no tengo un hogar donde llevar a mi esposa, ni siquiera quiero que alguien me aparte de acompañarte. Así que se apartó de mí. Después, reflexioné un rato, y le dije: Oh Mensajero de Al-lâh, tú sabes más lo que me beneficia en la vida mundana y en la Última Vida. Al mismo tiempo, me decía dentro de mí: Si me lo repite por tercera vez, le responderé afirmativamente. De hecho, él me preguntó por tercera vez: “Oh Rabî‘a, ¿no te vas a casar?”Dije: Sí, Mensajero de Al-lâh, ordéname lo que quieres o lo que deseas. Así pues, él dijo: “Vete a la familia de fulano”, a un barrio de los Ansar (Los medinenses auxiliadores del profeta)…’[9].
Su misericordia (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) hacia sus sirvientes, se extendió hasta incluir a los que no creían en él, como hizo con el muchacho judío que trabajaba para él como sirviente; pues, el muchacho enfermó gravemente, así que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) siguió visitándole y preguntando por él hasta que estaba a punto de morir, momento en que le visitó y se sentó cerca de su cabeza, y luego lo llamó al Islam. Por consiguiente, el muchacho miró a su padre preguntando, y él le contestó: ‘Obedece a Abul Qâsim (nombre del Profeta)’. Y de hecho, el muchacho abrazó el Islam. Después, éste murió, así que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) salió diciendo: “Las alabanzas a Al-lâh, que le ha salvado del Infierno”[10].
Estos son algunos derechos de los sirvientes y los obreros, que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) fundó, mediante el dicho y el hecho, en un tiempo que no conocía sino la injusticia, la opresión y la esclavitud.
[1] [Al Bujârî (30)] [Muslim (1661)].
[2] [Ibn Mâÿa (2443)] [Al Albânî: Sahîh, Mishkât Al Masâbîh (2987)].
[3] [Muslim (137)] [An-Nasâ’î (5419)] [Ahmad (22293)].
[4] [Al Bujârî (2227)] [Ibn Mâÿa (2442)] [Abû Ya‘lâ (6436)].
[5] [Ibn Hibbân (4314)] [Abû Ya‘lâ (1472)].
[6] [Al Bujârî: Al Adab Al Mufrad 2/321] [Al Albânî dijo que es un dicho bueno, Sahîh Al Ÿâmi‘ (El Auténtico, El Compilador) (5527)].
[7] [Muslim (2328)] [Abû Dâûd (4786)] [Ibn Mâÿa (1984)].
[8] [Muslim (2310)] [Abû Dâûd (4773)].
[9] [Ahmad (16627)] [Al Hâkim (2718): Sahîh] [At-Tayâlisî (1173)].
[10] [Al Bujârî (1356)] [At-Tirmidî (2247)] [Al Hâkim (1342)] [An-Nasâ’î: As-sunan Al Kubrâ (las legislaciones mayores) (7500)].