La diferencia entre aconsejar y condenar - Segunda parte
La diferencia entre aconsejar y condenar
Hay que saber que mencionar a una persona con aquello que le disgusta está prohibido si se hace con el fin de humillarla y avergonzarla, sacando a la luz sus defectos.
Sin embargo, si hay en dicha acción algún beneficio para los musulmanes en general, como también un beneficio específico para algunos de ellos, y la intención al mencionar esos errores es alcanzar ese beneficio, entonces en ese caso no está prohibido, sino que es un acto recomendado.
Los sabios del hadiz así lo establecieron en sus obras sobre el tema de Yarh wa Ta’dil (Elogio o crítica de los narradores). Allí mencionaron la diferencia entre la crítica de un narrador y la difamación. Allí mencionan también su refutación a quienes consideraron que ambas cosas eran iguales, como los devotos ascéticos que no poseían un conocimiento sólido.
No existe diferencia alguna entre criticar a los narradores que han memorizado el hadiz, distinguir entre aquellos cuyos narradores están aceptados y aquellos cuyos narradores no lo están, no hay diferencia alguna entre esto y clarificar un error que alguien ha cometido respecto a la comprensión del Corán y la Sunnah, interpretando algo de una manera que no es la correcta, aferrándose a algo indebido; advertir contra dicha persona para que no sea tomada como ejemplo o modelo a seguir está permitido. Los sabios han llegado a un consenso en cuanto a la permisibilidad de dicha acción.
Y es por esto que, en los escritos que abarcan las diversas ciencias islámicas desde el tafsir, la explicación del hadiz, Fiqh y las opiniones de los sabios, además de otras ciencias, encontramos abundantes debates y refutaciones de quienes tenían opiniones débiles de los musulmanes de las primeras generaciones (Salaf) y los que vinieron después (Jalaf); de los Sahabah, los Taabi’in, y los que vinieron después.
Ninguno de los sabios dejó de lado esta actividad, ni tampoco difamaba a los que refutaban sus afirmaciones. Esto no era considerado por ellos como un defecto de la persona, a excepción del caso en que quien refutaba tenía malos modales y era mal hablado, en este caso era refutado y se le respondía por su descaro y su mala educación, no por el solo hecho de refutarlo a él y a su opinión. Esto se hacía mencionando las pruebas legales y las evidencias racionales.
La razón de esto es que los sabios del Islam, en su totalidad, opinan de forma unánime que la verdad que trajo el Mensajero de Allah r debe evidenciarse y aclararse a la gente. De esta manera, para que sólo Allah sea adorado y su palabra sea la más sublime. Todos los sabios reconocen que el abarcar todo el conocimiento sin tener debilidad en alguna de las ciencias es un nivel que ninguno de ellos alcanzó. Ninguno de ellos afirmó tener el conocimiento completo, ni entre los primeros ni los últimos de esta Ummah. Por esta razón, los grandes sabios de los Salaf, los que concordaban en su conocimiento y virtud, aceptaban la verdad de cualquiera que la presentase, aún si fuese una persona más joven. Así como aconsejaban a sus seguidores a aceptar la verdad de cualquier fuente, aún si ésta estaba fuera de sus afirmaciones.
Como el ejemplo de ‘Umar, que Allah esté complacido con él, cuando dio una opinión legal sobre poner un límite a la dote que exige una mujer, pero una mujer lo refutó citando las las palabras de Allah:
“Si queréis cambiar de esposa [divorciando a la que tenéis para casaros con otra] habiéndole dado una dote cuantiosa, no pretendáis recuperar nada de la misma. ¿Acaso queréis cometer una injusticia?”. (4:20)
Entonces ‘Umar, al darse cuenta de su error, se desdijo de su afirmación previa y dijo: ‘La mujer tenía razón y el hombre estaba equivocado’. También ha sido reportado que dijo: ‘Todos saben más que ‘Umar’.
Algunos de los sabios más conocidos, si daban una opinión legal solían decir: “esta es mi opinión, pero si alguien tiene una opinión mejor, la aceptaré”.
El gran sabio Ash-Shafi’i solía reiterar este significado, aconsejándoles a sus compañeros seguir la verdad y aceptar la Sunnah cuando les fuera evidente, aunque fuera contra su opinión personal, y arrojar su opinión contra una pared. Solía escribir en sus libros:
“Evidentemente alguna de mis opiniones contradecirá el Corán o la Sunnah, ya que Allah dice en su libro:
“¿Acaso no reflexionan en el Corán y sus significados? Si no procediera de Allah habrían encontrado en él numerosas contradicciones”. (4:82).
Y transmiten aún mejor el significado estas palabras suyas: “Cuando discutía con alguien jamás me importó si la verdad se manifestaba en sus palabras o en las mías”.
Esto demuestra que su objetivo era solamente que la verdad quedara en claro, aún cuando fuese en las palabras de su contrincante en el debate.
Quien tenga esta posición no se ofende porque rechacen su opinión al comprender que su opinión era contraria a la Sunnah, ya sea en esta vida o después de su muerte. Esto es lo que pensamos de los grandes sabios del Islam, los que lucharon por establecer el Corán y la Sunnah de entre los Salaf y los Jalaf. A ellos no les molestaba la diversidad siempre que se basaran en una evidencia, aunque esta no fuera definitiva, ni muy fuerte, pero se aferraban a él y abandonaban otra.
Debido a esto, vemos que el Imam Ahmad ibn Hanbal, que Allah tenga piedad de él, elogiaba a Ishaw ibn Rahwaih con estas palabras: “Aún si no concuerdo en algunas cosas con él, pero la gente nunca dejará de tener diferencias entre sí”.
A menudo le eran presentadas las palabras de Ishaq o de otros sabios, junto con la fuente en que basaban sus opiniones. Ahmad no siempre estaba de acuerdo con sus posturas, pero tampoco los criticaba por sus posturas o formas de comprender las evidencias, aún cuando no estaba de acuerdo con ellos.
Al Imam Ahmad le gustaron las palabras atribuidas a Hatim al-‘Asamm cuando le fue dicho: “No eres árabe y no tienes un discurso elocuente, pero siempre que debates con alguien impones tu opinión. ¿Cómo logras superar a tu contrincante?”. Él respondió: “Con tres cosas: Me alegro cuando él tiene la razón, siento pena cuando él está equivocado y me cuido de no decir nada que pueda ofenderlo”. El Imam Ahmad dijo: “¡Qué persona tan inteligente!”.
Por lo tanto, la refutación de las afirmaciones débiles, para clarificar la verdad mencionando las pruebas legales del Corán y la Sunnah no es algo que desaprueben los sabios, sino que por el contrario, siempre elogiaron a quien lo hacía
Por lo tanto, no se considera gibah en absoluto. Suponiendo que a alguien no le guste que su error sea evidenciado, no se debe prestar atención a su posición, porque es obligación del musulmán amar evidenciar la verdad y que los musulmanes la conozcan, ya sea la persona que refute de su grupo o un opositor a él.
Esto es dar consejo a Allah, su libro, su mensajero, su religión, a los líderes de los musulmanes y al pueblo en general. Eso es el Din tal como fue mencionado por el Mensajero de Allah r.
En cuanto a señalarle el error a un sabio del pasado que ha cometido un error, si utiliza buenos modales al hablar y hace la refutación con amabilidad y evidenciando que no hay culpa alguna en su conclusión, no hay razón para reprochárselo. Algunos de los Salaf cuando les llegaba alguna afirmación reprochable decían “Tal o cual persona ha cometido un error”, como por ejemplo cuando el Profeta r dijo: “Abu Al-Sanaabil estaba equivocado” cuando llegó a sus oídos que había emitido una fatwa diciendo que una mujer cuyo esposo había muerto mientras estaba embarazada no termina su iddah al dar a luz a su bebé, sino hasta que transcurran cuatro meses y diez días.
Los Imames piadosos rechazaban enérgicamente las afirmaciones débiles que venían de algunos de los sabios, refutándolas en su totalidad tal como el Imam Ahmad refutaba a Abu Zawr y a otros por afirmaciones débiles que habían señalado, refutándolas al máximo.
Todo esto es referente a los asuntos que son aparentes.
En cuanto a lo que no es tan evidente, si el objetivo de una persona al debatir y refutar es solamente evidenciar la verdad, y así evitar que las personas sean engañadas por las afirmaciones de los que están errados, entonces no cabe duda alguna de que es recompensado por eso, y sus palabras se consideran un consejo sincero (nasiha).
Sin importar si quien refuta es joven o anciano, tiene un ejemplo en los sabios que refutaron las extrañas afirmaciones hechas por Ibn Abbas sobre la Mut’ah, el cambio de dinero, un caso sobre la división de la herencia llamado al umratain y otros.
También hay un precedente en aquellos que refutaban a Said ibn Al-Musaib en su opinión de que la mujer divorciada tres veces es lícito volver a contraer matrimonio con ella, y otros asuntos en los que contradice la Sunnah de forma evidente.
También hay un ejemplo en la refutación hecha a Al-Hasan cuando dijo que una mujer cuyo esposo falleció no tenía que realizar luto (Ihdaad), y la refutación hecha a ‘Ataa porque consideraba lícito prestar a una esclava para que mantuvieran relaciones sexuales con ella, y a Taawus en algunos temas en que tuvo opiniones completamente distintas al conjunto de los sabios, como también otros que fueron refutados, pero que los sabios concuerdan sobre su guía, su conocimiento, el elogio a su persona y el amor por ellos, a pesar de sus errores y que fueran refutados por algunas opiniones específicas.
Nadie consideraba que refutarlos en esos temas específicos fuera un menosprecio ni un rechazo al conjunto de su sabiduría.
Los libros de los sabios, tanto los Salaf como los Jalaf, abundan con clarificaciones sobre estas opiniones, como por ejemplo los libros de Ash-Shafi’i, Ishaaq, Abu Ubaid, Abu Zawr, al igual que los que vinieron después entre los eruditos del Fiqh y del Hadiz. Si fuera a mencionar todas las situaciones similares, me extendería demasiado en este libro.
Sin embargo, si el objetivo del que refuta es sacar a relucir el defecto de la persona refutada y hacer deducciones a partir de su condición, hacer que los demás adviertan su ignorancia y sus falencias de conocimiento, esto es prohibido tanto hacia una persona viva como ya ha fallecido.
Esta acción se incluye en lo que Allah condenó en su libro cuando prohibió la calumnia y la difamación. Esto también lo evidencia el dicho del Profeta: “Oh tú que has creído con la lengua pero tu corazón aún tiene que creer. No dañes a los musulmanes y no evidencies sus errores. A quien evidencie los errores de otro, Allah evidenciará sus errores, y aquel a quien Allah evidencie sus errores quedará expuesto por Allah aunque se oculte en lo más recóndito de su casa”.
Estas condiciones se aplican a los sabios, los que guían en la religión, mientras que a la gente de la innovación y el desvío, los que se hacen pasar por sabios, pero no son de ellos en la realidad, es permitido exponer su ignorancia y deficiencias, con el fin de advertir a la gente para que no los sigan. Pero ahora no estoy tratando a ese grupo de personas.
Author: Al-Imam Al-Hafidh Zainud Din Ibn Rayab Al-Hanbali
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