No importa cuánto dinero gane una persona, en realidad solo utiliza una parte muy pequeña de él. Reflexiona sobre el sabio recordatorio del Profeta (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él) que Abdul-lah ibn Ash-Shagir reportó:
"Entré cuando el Profeta estaba recitando Alhakumu takazur: ‘El afán de tener más y más los domina’ (Corán 102:1).
Y dijo: ‘El hijo de Adán dirá: ¡Mi dinero! ¡Mi dinero! Pero tú no tienes, hijo de Adán, ningún dinero, más que el que te has comido, el que has desperdiciado o el que has vestido antes que tus ropas se desgastaran, o el que has dado en caridad, que es el que has puesto delante de ti (para ganar sus recompensas en el Más Allá)’". (Sahih Muslim)
En este hadiz, el Profeta nos recuerda que, en realidad, todo nuestro dinero solo es utilizado de tres maneras: Primero, la comida que ingerimos, y esto eventualmente se transforma en desperdicio. Segundo, las ropas que vestimos, y esto eventualmente se desgasta hasta ser inservible. Tercero, el dinero que es dado por la causa de Dios, y esa es la única parte cuyos beneficios se mantienen y regresan a nosotros. Por lo tanto, ¿de qué le sirve a una persona regocijarse en "su dinero" y jactarse de él, y vivir ansiosa por él cuando en realidad tan poco de él es utilizado de modo que le proporcione un beneficio eterno?
Debido a estos factores, el Profeta Muhammad le recuerda a la humanidad que las riquezas no son proporcionales a la cantidad de posesiones materiales que tenga una persona. La verdadera riqueza es estar satisfecho con lo que uno tiene y utilizarlo en el esfuerzo por la recompensa eterna en el Más Allá. El Profeta dijo:
"La riqueza no es la cantidad de posesiones (que uno tiene); al contrario, la verdadera riqueza es estar satisfecho". (Sahih Al Bujari)
También afirmó:
"Aquello que es poco pero suficiente, es mejor que lo que es mucho pero distrae".
Y en un tercer hadiz:
"Es verdaderamente exitoso aquel que ha sido guiado al Islam y cuyo sustento le es suficiente y está satisfecho con ello". (Sahih Muslim)
Y por último:
"El mejor sustento que recibes es el que es suficiente".
Podemos ver claramente, en consecuencia, que el éxito y la riqueza se hallan en la paz y la satisfacción que resultan de la sinceridad en la fe y su práctica. La satisfacción en el corazón es lo que hace que una persona se dé cuenta de cuál es la verdadera riqueza y la aprecie. El Profeta describió esta riqueza en otro hadiz donde dijo:
"Aquel de ustedes que se despierte seguro en su casa, con salud en su cuerpo, teniendo la cantidad justa de comida que necesita para ese día, ¡es como si todo el mundo le hubiera sido otorgado con todo lo que hay en él!".
Podemos obtener muchos beneficios de este hadiz. "Aquel de ustedes…" se refiere a los musulmanes, indicando la primera y mayor de las bendiciones, a saber, el Islam; "…despierte…" significa que uno ha sido bendecido con la vida; "…seguro en su casa…" quiere decir sin miedo a ser atacado o a que la seguridad de su familia peligre; "...con salud en su cuerpo...", es decir, que Dios lo ha librado de enfermedades y dolencias; "...teniendo la cantidad justa de comida que necesita para ese día..." indica que incluso la cantidad mínima de sustento es una gran bendición de Dios, pues eso es lo que el cuerpo y la salud requieren, y mucha gente no tiene ni siquiera esa cantidad; y, finalmente, "...es como si todo el mundo le hubiera sido otorgado con todo lo que hay en él" se refiere que eso es todo lo que una persona necesita en esta vida, y todo lo que esté por encima de este mínimo es lujo innecesario. Estar satisfecho con la provisión de Dios, sea esta pequeña o grande, es estar satisfecho con la vida y, por ello, es la mayor riqueza que una persona puede tener. El Profeta afirmó:
"Dios prueba a Sus siervos con aquello que les otorga. A aquel que está contento con lo que sea que le ha sido asignado, Dios lo bendice con ello y le da más. Pero quien no se satisface (con lo que se le ha dado) no es bendecido con ello".
Aquellos que están satisfechos con su propia provisión y su destino en la vida, no se preocupan por la riqueza ni el estatus de los demás, son personas que no se preocupan por cuánto dinero tienen los otros, qué tipo de autos conducen ni el tamaño de las casas en las que viven. Son aquellos con corazones puros que respetan a Dios y Le agradecen, a sabiendas de que los bienes de esta vida no pueden comprar la felicidad ni las bendiciones de la fe y la alegría. En recompensa, ellos son amados por Dios y por quienes los rodean. Este principio está claramente descrito en la noble tradición profética:
"Abandona (toda esperanza en) este mundo y Dios te amará. Y abandona (toda esperanza en) lo que esté en posesión de la gente y la gente te amará".
En otra narración, una persona fue con el Profeta y le preguntó: "¡Mensajero de Dios! ¡Nárrame un hadiz, y hazlo corto!". Entonces, le dijo:
"Ofrece tu oración como si fuera la última, como si Lo estuvieras viendo (a Dios); pues aunque no Lo veas, Él te ve a ti. Abandona todo deseo de (obtener) lo que poseen los demás y tendrás una vida sana. Y evita cualquier cosa por la que (después) tengas que inventar una excusa".
De modo que quien se ponga como objetivo principal en su vida complacer a Dios y obtener las recompensas del Más Allá, será amado por Dios; y quien evite competir con sus compañeros musulmanes por asuntos mundanales, será amado por la gente. Y esta riqueza —el amor de Dios y el de la humanidad— es de lejos mayor que cualquier riqueza que el dinero pueda comprar.
Los predecesores piadosos de esta nación también se dieron cuenta de este principio. Awn ibn Abdil-lah dijo: "La mayor bendición es aquella que, cuando las cosas se ponen difíciles, aprecias lo que se te ha otorgado de las bendiciones del Islam".
Así que, la próxima vez que estés en graves problemas financieros, en lugar de mirar los placeres materiales y temporales que no estás en capacidad de adquirir, reflexiona más bien sobre el "tesoro del Iman (fe)" con el que Dios te ha bendecido, y aprecia la gran fortuna de ser musulmán. Del mismo modo, cuando estés feliz o preocupado por alguna ganancia o pérdida monetaria, recuerda la declaración de Muhammad ibn Suqah, quien dijo:
"Hay dos características que, aunque Dios no nos castigue por ellas, son razones suficientes para nuestro castigo: regocijarnos por alguna pequeña ganancia que recibamos en este mundo y que Dios nunca nos vea tan felices por una buena obra que hagamos; y preocuparnos por un pequeño asunto que hayamos perdido respecto de este mundo, y que Dios nunca nos vea tan preocupados por un pecado que cometamos".
Concluiré este artículo citando una aleya en la que Dios le recuerda al Profeta y a los creyentes que no codicien las riquezas de este mundo —riquezas que han sido otorgadas a quienes han rechazado someterse a Dios—, sino que se esfuercen por la riqueza en el Más Allá:
"No codicies [¡oh, Muhammad!] aquello con que he agraciado a algunos de los ricos [de los incrédulos], pues son solo placeres de esta vida mundanal con los que los ponemos a prueba. La recompensa que tu Señor tiene reservada es mejor y más duradera". (Corán 20:131)