Al‑lah, Glorificado sea, ha escogido para sí mismo lo más sublime de todos los atributos, pues Él, Altísimo, no ama sino lo que es bueno, y no acepta palabras, obras ni caridad sino las que sean buenas.
Así se reconocen las señales de la felicidad o la miseria del siervo, pues la persona buena no acepta sino lo que es bueno, y su corazón no se tranquiliza sino ante lo bueno.
Esta clase de persona habla buenas palabras, que son las únicas palabras que ascienden a Dios, y es la más reacia a las palabras obscenas, las mentiras, la difamación, la calumnia, el chisme, el falso testimonio, y toda clase de discurso malévolo.
Del mismo modo, a esta persona no le agrada otra obra que las mejores —y que son aquellas con las que los instintos naturales más buenos y sanos están de acuerdo, junto con las leyes proféticas, y de las que dan testimonio las mentes racionales, por eso adora a Dios, Solo, sin asociados ni copartícipes, prefiere Su Complacencia a sus propios caprichos y deseos, se acerca a Dios gracias a su esfuerzo, y se comporta con los seres creados de la mejor manera, tratando a todas las criaturas como le gustaría que lo trataran.
Los rasgos de carácter de esta persona son los mejores, como gentileza, dignidad, paciencia, compasión, lealtad, honestidad, un corazón honesto, modestia, y protege su rostro de someterse o humillarse ante cualquiera que no sea Al‑lah.
Del mismo modo, no elige sino las comidas mejores y más puras, que son aquellas que son lícitas y saludables, y que nutren el cuerpo y la mente de la mejor manera sin causar efectos nocivos al cuerpo.
Elige para desposar a la más espiritual y sus amigos son los más religiosos. Tal es la persona de la que Dios dijo:
Cuando los ángeles tomen las almas de los piadosos, les dirán: “¡Que la paz sea sobre ustedes! Ingresen al Paraíso como recompensa por aquello [el bien] que solían hacer [en el mundo]”. (Corán, 16:32)
Esa persona estará entre aquellas a quienes los guardianes del Paraíso dirán:
“Con ustedes sea la paz, bienvenidos. Ingresen en él por toda la eternidad”. (Corán, 39, 73)
La redacción de esta aleya indica causalidad, es decir, entren en el Paraíso a causa de sus buenas obras. Dios Todopoderoso dice:
Las palabras perversas son para los perversos [hombres y mujeres]. Los perversos son objeto de palabras perversas. En cambio, las palabras buenas son para los buenos [hombres y mujeres]. Estas buenas personas son inocentes de cuanto los acusan, sus faltas les serán perdonadas y tendrán una recompensa generosa [el Paraíso]. (La Luz, 24:26)
Esta aleya significa que las malas palabras pertenecen a los malvados y las buenas palabras pertenecen a las buenas personas. También significa que las buenas mujeres son para los buenos hombres y viceversa.
Dios ha puesto todo lo bueno en el Paraíso y todo lo malo en el Fuego, de modo que el primero es una morada elegida para el bien, mientras que el segundo es una morada elegida para el mal. Pero existe una morada en la que el bien y el mal se mezclan, y esa es esta morada (es decir, la vida de este mundo). Así que cuando llegue el Día del Juicio Final, Dios distinguirá el bien del mal, y entonces el asunto descansará solo entre dos moradas.
Dios ha dispuesto señales sobre la miseria y la felicidad, por las cuales la gente es reconocida. Y puede haber dos componentes en una persona (es decir, el bien y el mal), de modo que según el que sea predominante en ella, significa que pertenece a ese tipo de personas; y si Dios desea el bien para Su siervo, Él lo purificará antes de su muerte, de modo que no requiera purificación en el Fuego. La Sabiduría de Dios, el Altísimo, rechaza que deba hacer que Su siervo sea acompañado en su morada por sus malas obras, así que lo ingresa en el Fuego a fin de purificarlo de sus pecados. El tiempo que la persona permanecerá en el Fuego depende de la rapidez o lentitud con que sus pecados sean purificados.
Pero debido a que el politeísmo es impuro por naturaleza, el Fuego no puede purificarlo. Mientras que el creyente que está libre de pecados mayores, el Fuego le está prohibido, ya que no hay nada en él que necesite ser purificado ¡glorificado sea Él, Cuya Sabiduría abruma la mente!