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Conocer a Alá
  
  

   

El nacimiento del Profeta

Fue en el año 570 de la Era Cristiana que el Profeta Muhammad, que la paz y la bendición de Dios lo acompañen, nació en la Meca, una ciudad de la actual Arabia Saudita. Su padre, Abdullah, era el tátara nieto de Qusayy, el fundador de La Meca, y pertenecía a la familia Hashimita de Quraish. Su madre, Amina, era descendiente del hermano de Qusay. Regresando de una caravana de Siria y Palestina, Abdullah se detuvo a visitar a unos parientes en un oasis del norte de La Meca, enfermó y luego murió meses antes del nacimiento de su hijo.

 


Era la costumbre enviar a los hijos de Quraish al desierto para ser amamantados por una niñera y pasar su niñez en una tribu beduina. Además de consideraciones de salud, esto representaba un regreso a sus raíces, una oportunidad para experimentar la libertad que acompaña el basto desierto. El profeta Muhammad fue llevado por una mujer llamada Halima, y pasó cuatro o cinco años con una familia beduina, ocupándose de las ovejas tan pronto como fue capaz de caminar, aprendiendo los secretos del desierto.

 


Cuando tuvo seis años de edad, no poco después de reunirse con su madre, lo llevo de visita a Yazrib, donde había muerto su padre, y ella también se enfermó con una de las fiebres del oasis, muriendo en su viaje de regreso a su hogar.  Muhammad quedó bajo el cuidado de su abuelo, Abdul-Muttalib, jefe del clan Hashimita. Cuando tuvo ocho años, Abdul-Muttalib murió, y así quedó bajo el cuidado del nuevo líder Hashimita, su tío Abu Talib. El Profeta Muhammad se dedicó al pastoreo de ovejas, y cuando tuvo nueve años, fue llevado por su tío en el viaje de caravana a Siria para que pusiese aprender el arte del comercio.


Continuó trabajando como comerciante, y pronto se hizo conocido. Entre las fortunas substanciales de La Meca se encontraba la de las dos veces viuda Jadiya.  Impresionada por lo que había escuchado de Muhammad, quien era conocido ahora como al-Amin, ‘el confiable’, lo empleó para llevar su mercancía a Siria. Incluso mas impresionada por su competencia que por su encanto personal, cuando se completó esta tarea, ella envió una propuesta de casamiento.

 


Muhammad tenía veinticinco años, Jadiya tenía cuarenta.  Jadiya introdujo a su marido a un joven esclavo, Zaid, a quien Muhammad liberó. Cuando los parientes de Zaid lo fueron a rescatar, este estaba tan encariñado con su benefactor que eligió permanecer con él. Jadiya tuvo seis hijos con Muhammad, incluyendo un pequeño niño llamado Qasim, que murió antes de cumplir dos años.

Muhammad era ahora un hombre de con riqueza, respetado en la comunidad, admirado por su generosidad y su buen sentido. Su futuro parecía estar asegurado. En su debido momento, habiendo restablecido la prosperidad de su clan, se convertiría en uno de los ancianos mas influyentes de la ciudad y terminaría su vida, tal vez, como su abuelo, a la sombra de la Kaaba y recolectando largos años invertidos en términos mundanos. Sin embargo, su espíritu no se conformaba y ese sentimiento se acrecentaba a medida que envejecía.

 

Los Hunafa

Los mecanos afirmaban descender de Abraham a través de Ismael, y su templo, la Kaaba, había sido construido por Abraham para la adoración del Único Dios. Todavía se llamaba la Casa de Dios, pero los objetos de adoración llegaron a ser un gran número de ídolos colocados en su interior, representaciones esculturales de deidades que creían hijas de Dios que funcionaban como intermediarias. Los pocos que no se sentían a gusto con esta idolatría que duró siglos enteros seguían la religión de Abraham. Tales buscadores de la verdad eran conocidos como Hunafaa, una palabra que significaba originariamente “aquellos que se apartaban” de la adoración de ídolos. Estos Hunafaa no formaban una comunidad, sino que buscaban la verdad a través de la luz de sus propias consciencias. Muhammad era uno de ellos.




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