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Conocer a Alá
  
  

   

1- Aléjate de las cosas que Al-lah ha prohibido


 

Siguiendo con el relato en cuestión, nos encontramos con la primera gran directriz:

“Aléjate de las cosas que Al-lah ha prohibido y serás el mayor de los adoradores de Al-lah entre la gente”.


La mayoría de la gente piensa que la adoración se resume en el cumplimiento de unos cuantos ritos establecidos, que se realizan en unos tiempos y lugares determinados. Sin embargo, la posición del Islam al respecto es totalmente diferente. Es cierto que como musulmanes debemos observar las cinco oraciones en sus tiempos específicos, ayunar el mes de Ramadán, pagar el Zakat de los bienes que Al-lah nos ha concedido y hacer el Hayy. También, es verdad que un creyente que abandone estas formas de adoración por negligencia es considerado como un gran pecador y merecedor del castigo y la ira de Al-lah, y si su abandono se debe a la negación de la obligatoriedad de cualquiera de estas obras, pues ya no es más musulmán, es un apóstata.


Hay que tener en cuenta que estas formas de adoración hacen crecer la fe y la personalidad del musulmán, sus efectos son evidentes en el comportamiento del creyente y son una prueba de que han sido realizadas verdaderamente por y para Al-lah, con conciencia, entendimiento y sumisión, y no por cumplir con un rito y nada más. El comportamiento de una persona expresa el grado de fe que tiene, si a su buena conducta se le suma el cumplimiento de los ritos de la religión; pues no es suficiente con ser una buena persona, portarse bien, no hacer daño a nadie y decir que cree en Dios, si no se adora a Al-lah por medio de los ritos y formas de adoración que Él mismo estableció y pidió que cumpliéramos, como tampoco es correcto que un musulmán cumpla con sus deberes religiosos, pero su comportamiento deje mucho qué decir.

El verdadero creyente es aquel que logra un balance perfecto entre los dos puntos que mencionamos y busca siempre adorar más a Al-lah, adicionando obras voluntarias a lo que es obligatorio cumplir. Y también, busca mejorar su comportamiento, pues por medio de las acciones que realiza su conducta y personalidad son pulidas.


Así encontramos que en el Islam lo que se cree y lo que se hace es un todo; por ello, los ‘Ulama’ (eruditos y expertos) de la teología afirman que la fe verdadera y válida es la creencia que está en el corazón, la cual es expresada con lo que se dice y se cree. Por lo que establecen que no basta cumplir en creer y decir que se cree, o decir que se cree y obrar únicamente; sino que las tres condiciones para la validez de la fe deben estar siempre presentes.


En esta enseñanza el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, nos indica que para ser los mayores adoradores de Al-lah entre todas las personas debemos alejarnos completa y definitivamente de lo que Él prohibió, es decir del Haram. La fe desaparece del corazón cuando la persona comete pecados. Esto lo afirmó el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, cuando dijo: “El fornicador y el adúltero que fornica y comete adulterio no es creyente mientras lo hace, y el ladrón que roba no es creyente mientras lo hace, y el bebedor que bebe embriagantes no es creyente mientras lo hace” [Bujari y Muslim].

 

Este hadiz no indica en ningún momento que un pecador sea un incrédulo, porque la enseñanza es bien clara en manifestar que mientras se está cometiendo un acto de desobediencia la persona se olvida de su creencia, por lo que la fe disminuye y peligra. Por otra parte, los Ulama enseñan que la fe aumenta y disminuye, aumenta con la realización de obras de bien y el cumplimiento de las obligaciones establecidas por el Islam, y disminuye cuando se dejan de hacer estas obras y se cometen pecados.


Tenemos entonces que para ser el mayor de los adoradores de Al-lah entre toda la gente, no hay que engañan ni mentir ni hablar a las espaldas de los demás ni crear cizaña entre la gente ni abandonar las oraciones y demás obligaciones religiosas; sino que hay que hacer todo lo contrario, alejarse de todo lo que Al-lah ha prohibido, de todo lo que lleve a caer en el Haram y todo lo que promueva el pecado.

 

Por eso el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, no solamente condenó a quien consume sustancias embriagantes (Jamar), sino que además denunció a todo aquel que se sienta con quien está consumiendo o permanece en un lugar donde se consume, al igual que lo hizo con quien lo produjera, lo distribuyera y comercializara, y también a todo aquel que participa de una u otra forma en la cadena de producción, distribución y comercialización de uno de estos productos.

 

 

 


 

 

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